Traducción del original en francés : Postface.
Posverdad Posfacio
Justo antes de que el mundo se pusiera al revés en marzo de 2020, hablar de la artificialización del mundo hacia un todo digital, que está drenando la vida y atacando las relaciones a medida que extrae brutalmente el mineral de las entrañas de la tierra, era a la vez lejano a nosotros y notablemente premonitorio. Achille Mbembe lo asoció a una africanización del mundo cuyo brutalismo amenaza nuestras estructuras sociales en favor de los sistemas de dominación.[1] La sociedad lisa que se presenta en nuestras pantallas nos aleja de las condiciones reales.[2] La brecha digital[3] pone a un gran número de personas en riesgo de ser marginadas y excluidas del mundo digital. Este abandono ofrece al sistema en vigor una población de personas indispensables para mantener la materialidad del mundo, porque no todos pueden desmaterializarse. Esto forma parte de la ilusión del progreso. Queda la cuestión de cómo estos márgenes van a formar una sociedad y asociar otra relación con el mundo y con la vida.
Parece que las condiciones para el análisis de Mbembe se han consolidado a medida que el dominio de lo digital, es decir, la digitalización de los procesos esenciales para la creación de la sociedad en nuestro mundo contemporáneo, ha penetrado con fuerza en los ámbitos de la administración, el ocio, la empresa, la universidad, la creación y el vínculo social. Este proceso, reconocido y cuestionado por muchos, se ha impuesto sin embargo sin discusión gracias a una “crisis”; dispositivos digitales supuestamente temporales de “crisis” como el teletrabajo, la videoconferencia, los pagos en línea o sin contacto, las relaciones desmaterializadas e intermediadas, los controles de salud o la identificación compulsiva se encuentran anclados en el corazón mismo de una agitación social.
Para los que “venimos de Internet”, es imperativo reflexionar sobre las modalidades que se nos imponen.
En primer lugar, hay que decir, aunque sea obvio, que no hay equivalencia entre los medios digitales de comunicación a distancia y un encuentro físico: uno no sustituye al otro. Los distintos medios técnicos ofrecen diferentes posibilidades; si los medios de comunicación sincrónicos son útiles de vez en cuando, no tiene sentido utilizarlos entre vecinos, tanto técnicamente como energéticamente. Otros medios pueden ser mucho más eficaces para permitir la expresión de las voces que, por diversas razones, no pueden desplazarse: transmitir las reflexiones antes de las reuniones, leer las actas, comentarlas después, etc.; trabajar durante un largo periodo de tiempo; los métodos de participación son ciertamente diferentes, pero permiten intercambios respetuosos a distancia. Preferir una organización rigurosa a un parche de vídeo es mucho más productivo para un grupo que, por respeto a las personas que no pueden unirse a ellos inmediatamente, debe tomarse el tiempo de sintetizar y leer en lugar de perderse en la inmediatez de la tecnología.
El mito de la digitalización del mundo, que se adhiere a la idea de que los medios de comunicación pueden superar el déficit de relaciones, permite la aceptación subyacente de la continuación del mito del progreso. Esta preocupación se refleja en las letras: “el mundo de antes”, “el mundo de después”… Sin embargo, la proclamada urgencia evita cualquier cuestionamiento y no parece tener otro objetivo que el de aferrarse a una única visión pase lo que pase, aunque signifique encerrar a todos en casa. Esta elección de sacrificar a las poblaciones en el altar de los circuitos comerciales y digitales globalizados tiene graves consecuencias.
¿Es pertinente sustituir una reunión por una videoconferencia? ¿Acaso añadir elementos tecnológicos: jingles de alta definición, home studio y otras propuestas de bricolaje para hacer el espacio más interesante no es una solución de segundo orden? Estos añadidos se suman a la deuda tecnológica, al coste energético y aumentan las desigualdades entre los que pueden permitirse estos sistemas y los que no.
La urgencia invocada, desde marzo de 2020, para la generalización de las herramientas digitales ha anulado en gran medida nuestra capacidad de actuación, tanto en términos de reflexión como de coordinación de esfuerzos. Nos consternó un cambio inesperado que se basaba en la adicción a las pantallas con su corolario de consecuencias: pérdida de sensibilidad (“la gente ya no se siente a sí misma”, pérdida del sentido del tiempo, sobredosis de pantallas, disfunción del ciclo circadiano, etc.), pérdida de puntos de referencia (“mueren solos en su rincón”). Sin embargo, entre los grupos de resistencia, también fue una oportunidad para reunirse, para encontrarse fuera del tiempo impuesto por otra emergencia, la de la vida cotidiana, que había suspendido toda integración de las técnicas digitales, dejadas a la buena voluntad de las corporaciones.
El mandato estatal nos ha impuesto renunciar a cosas sin habernos tomado el tiempo de decidir, mientras que la sociedad del espectáculo nos envuelve en un miedo al vacío (FOMO, Fear of Missing Out). Así, para encerrarnos en casa, las autoridades se apoyaron en un paliativo digital y se nos escapó el alcance de lo que estábamos viviendo. Es difícil de creer, pero parece que poca gente se dio cuenta de que se trataba de una commutaticón social.
Sin embargo, como en un buen escenario ciberpunk, en este proceso de africanización del mundo, los marginados, quieran o no, disponen a menudo de recursos inesperados. La larga historia de la relación entre los imperios y sus mendigos, sus siervos y brujas, sus bárbaros, sus dagoes y cimarrones, sus fugitivos, sus bohemios y sus indocumentados, sigue siendo desconocida y esperanzadora.
Contramedidas
Después de casi dos años de commutación, ¿no estamos preparados para recuperar el aliento, evaluar las consecuencias y recuperar el control de nuestras acciones técnicas?
Dediquemos un tiempo a reflexionar sobre esta imposición del mundo totalmente digital, a observar nuestros conocimientos existentes – acaso no creamos Internet sin el instrumento intrusivo de la cámara – y a plantearnos la cuestión de otras posibilidades que no sean sólo paliativos impuestos, sino herramientas que permitan la organización y consolidación de colectivos. Así, los intercambios asíncronos, la potenciación de nuestras redes cercanas, los vínculos que queremos tejer a través de la distancia y la manera de tejerlos de forma duradera mediante el uso, pensado con moderación, de medios técnicos que nos permitan evitar la banalización del intercambio.
La tirita emocional que es el “aperitivo de confinamiento” no puede ser la base de una elección social. Para hacer frente a esta situación debemos adoptar una postura activa; cuando organizamos una reunión en línea, lo primero es reconocer la diferencia, es una posibilidad de orden diferente a la de una reunión en un lugar compartido. Si tenemos que intercambiar oralmente con una inteligencia que está al otro lado del planeta, hagámoslo con alegría como algo precioso que prepararemos, documentaremos y cuyos efectos intentaremos preservar en el tiempo. Es esencial distinguir entre las nuevas posibilidades que ofrece la tecnología digital y su imposición sobre nuestra privacidad.
Es posible realizar un acto, una forma de ritual. Ritualizar como en distinguir el beneficio de lo digital cuando ofrece una nueva posibilidad de encuentro; y también convertirlo en un momento excepcional de “intensidad sincrónica” que lleva a un seguimiento asincrónico o lo prolonga; actuando como un rompehielos: lo contrario de una obligación de (omni)presencia de/para la cámara.
En época de crisis, las variaciones drásticas en la composición del empleo pueden distorsionar los salarios medios, lo que se conoce como «efecto de composición»[4] derivado de los cambios en la composición del empleo. […] En el Brasil, Canadá, Francia, Estados Unidos e Italia, el salario medio ha ido aumentando notablemente porque la pérdida de empleo ha afectado sobre todo al extremo inferior de la escala salarial.
Achille Mbembe, Brutalisme, 2020, ISBN: 9782348057496 ↩︎
El Informe Mundial sobre Salarios 2020-2021 (ISBN: 9789220343258) de la OIT afirma: ↩︎
Aquí consideramos el segundo grado de la brecha digital, vinculado al uso de las tecnologías. Volveremos a tratar este tema en un próximo libro. ↩︎
«Efecto composición» (OIT, ibid.)
Cuando la mayor parte de quienes han perdido su trabajo son trabajadores mal remunerados, automáticamente se produce un aumento de la mediana salarial de los demás asalariados.